Mafalda

Mafalda
Hoy quiero vivir sin darme cuenta

jueves, 6 de enero de 2011

Mala semilla… mala hierba.

Hace algún tiempo alguien cuyo propósito era desmentir mi teoría sobre los motivos que originaron mi nacimiento, me dijo que todos somos producto del amor, aunque sea por un instante, ya que por un momento nuestros padres andaban cariñositos.
Yo digo que más allá del simple deseo carnal existe un Dios que nos ha pensado con amor. Soy cristiana, ósea que para mi Jesús es lo máximo. Se que el nos moldea y piensa con amor.

Más allá de lo que cada uno piense o crea, a todos nos une un puente construido por amor y temor a lo mismo: la soledad.
No importa si eres gay o hetero, casi siempre estamos todos en busca de aquel o aquella que quiera compartir una vida con nosotros, que tenga sueños en común, que comparta el amor.

Normalmente después de un divorcio una mujer queda devastada, (quiero aclarar que no es que a los hombres no les pase, pero por ser mujer, hablo de lo que se) pensando en que no sirve para esa tarea para la que fue aleccionada toda su vida. Ser esposa.
Una amiga cercana a mi madre, sufrió un divorcio en épocas recientes, y por el rotulo con que lo conocen los abogados se trata de un divorcio sin complicación ya que no hay hijos en el matrimonio; ósea que no hay nada mas que corazones rotos e inmuebles que repartir. Aun así a la amiga de mi madre le queda la satisfacción de haber dado los mejores años de su vida a un hombre que amo. Ella me contaba que cuando haces un trabajo te tiene que gustar, lo tienes que disfrutar y también lo tienes que aprovechar, y es eso lo que ella hizo con su matrimonio, lo disfruto, lo gozo y también obtuvo ganancias pero las perdidas las tuvo el corazón. Decía que no importaba que estuviera sola, y creo que algo muy importante que ella me dijo fue que el miedo a quedarnos solos es sinónimo del miedo a conocernos tal y como somos, sin censura. Porque en la soledad tienes tiempo de analizarte, de encontrar caminos en ti que nunca pensaste que ahí estuvieran.

Pero al final del camino hay una recompensa: el bienestar total.

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